El 13 de diciembre de de 1680 el pirata y corsario inglés Bartolomé Sharp saqueó e incendió la entonces apacible ciudad de San Bartolomé de La Serena. Años más tarde, los íratas William Knight y Eduardo Davis realizaron dos nuevos ataques.
Estos asaltos terminaron por generar un profundo temor en la población local, razón por la cual los vecinos solicitaron al Virreinato y la Real Audiencia en Santiago cambiar la ubicación de la ciudad, alejándose de los riesgos de la costa. Estos ataques también fueron razón por la cual los vecinos de La Serena trasladaron su producción vitivinícola al interior de los valles, dando origen al desarrollo de la industria pisquera.
Aunque los organismos coloniales autorizaron el cambio, este debía ser costeado por los propios vecinos, situación que definió la permanencia del poblado en su ubicación original. «Ante la imposibilidad de cambiarla, el cabildo inició en 1720 la construcción de una serie de fortificaciones o baluartes que sirven de trinchera como una forma de repeler cualquier ataque. Esta línea de defensas se levantó por el flanco sur, al ser este el más expuesto», indica el historiador Raúl Campos.
Sin vestigios
En la actualidad no que dan restos e la muralla de adobe -con una altura aproximada de tres metros- que protegió a La Serena. «Desde la independencia en adelante la muralla empezó un lento proceso de desmantelamiento, cuyo barro sirvió para fabricar adobes de las nuevas casas del siglo XIX. Rocas y adobes sirvieron para levantar la ciudad republicana», explica el experto.
Ahora, un grupo de profesionales de la municipalidad efectuó una investigación que les permitió reconstruir de manera digital la ubicación y características de esta fortificación. «Muchas generaciones nuevas de serenenses desconocen que tuvimos una muralla y es una parte de nuestra historia que quedó en el olvido y pasó a ser casi un mito urbano, una leyenda. Incluso algunos historiadores negaban su existencia. Por eso quisimos investigar y fuimos encontrando cada vez mayores antecedentes», afirma el periodista Yanko Muñoz, quien lideró el estudio.
La muralla contaba con seis baluartes o torres de defensa que contenían cañones. Estos se distribuían por la actual calle Amunátegui de oriente a poniente, entre Larraín Alcalde y El Santo. «Recurrimos a crónicas, documentos, pedimo ayuda a historiadores locales y dimos con relatos de viajeros ingleses que narran cómo era la ciudad en ese entonces», recuerda la periodista Valentina Pastene.
Gracias a toda la documentación obtenida se pudo hacer una representación digital de cómo pudo haber sido, en el año 1730, la muralla. «Usamos las planimetrías de la época… hay una serie de elementos que nos permitieron consolidar esta imagen que permitirá a las personas ver cómo era la muralla y no solo leer sobre ella», dice Víctor Campos, diseñador gráfico de la Municipalidad de La Serena.
Como una forma de ordenar el acceso a la ciudad, sobre todo durante las noches, en 1798 el gobernador de Chile Gabriel de Avilés y Fierro solicitó al constructor Agustín Caballero edificar un pórtico que permitiera cerrar la entrada, idea que daría origen a la tradicional portada que caracterizó a la ciudad.
Con la ayuda de los canterios locales se construyó una gran portada de acceso, que marcaba el inicio del camino hacia el puerto de Coquimbo, como también hacia Andacollo, Ovalle y Santiago», subraya Campos.
El alcalde de La Serena, Roberto Jacob, destacó la investigación realizada por el equipo. «Esto nos permite poner en valor cada cosa que ha significado un hito en la historia de La Serena y este es uno de esos hitos que estaba enterrado, que no existía prácticamente, y hoy se recupera para que la gente lo conozca», concluyó.
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Escrito por Cristián Riffo M. Página C1.